Morir con la verdad, vivir con la mentira.
“El ermitaño del reloj” es un cuento escrito por Teresa de la Parra en el año 1915; en él se nos narra la vida de un fraile, que, aburrido de su faena de tocar las campanas del reloj de pared a cada hora decide una noche, tentado por el elefante de la repisa de cocina de más arriba, salir a aventurarse a conocer a la reina de Saba. Fray Bernabé es una víctima de algo que, por 50 años, desconoce: el reloj da la hora y resuenan las campanas sin que él tuviese que halar de las cuerdas. La mentira (¿o la inocencia, incredulidad, ignorancia?) se le revela en verdad y no puede vivir con ella. “Comprendió que su trabajo y su sacrificio diario no eran sino de risa, casi, casi un escarnio público” y decide quitarse la vida ahorcándose con la cuerda que tantos años había creído él manejaba para hacer sonar las campanas.
La muerte en este cuento se nos presenta bajo dos causas: El darse cuenta de lo tedioso y banal de su vida cuando la reina Saba le confiesa que aburrían sus cuentos de su propia vida; y la revelación de que la obra de su vida: tocar las campanas, desde un comienzo, no eran gracias a él sino que ellas solas (gracias al sistema interno del reloj) maquinaban sin ayuda de otros.
Fray Bernabé no ve otra solución sino quitarse la vida “La desesperación negra, inmensa, absoluta penetró en su alma. Comprendió entonces que la vida sobrellevada en tales condiciones era imposible” (López Ortega, Antonio; Pacheco, Carlos y Gomes, Miguel 103) Pero ¿Por qué toma esta decisión? ¿Que acaso no se liberaba Fray Bernabé de sus ataduras, de su obligación, de su trabajo; para hacer lo que quisiese? ¿Por qué era imposible sobrellevar una vida así? ¿Por qué la muerte fue la solución?
Hay disyuntivas dentro de este cuento con respecto a la muerte que tocan hoy en día las más efervescentes discusiones filosóficas acerca de la vida y la muerte. Vivir con la mentira o morir a causa de la verdad. El trabajo del capuchino era su vida y al darse cuenta de que su vida siempre fue una mentira, entonces acabó con la mentira acabando con su vida. Vuelve de nuevo el suicidio a ser la salida del meollo; pero no para limpiar culpas ni ejemplarizar a los hombres pecadores sino es la muerte la salida personal de algo que no quiere ser aceptado.
El padre Anselmo le confiere la labor de hacer sonar las campanas cada hora a Fray Bernabé, era su trabajo. La mentira había pasado de uno a otro (tal vez) y es él mismo quien la acaba suicidándose, trayendo a la muerte. Pero su trabajo también era una muerte:
“El trabajo es una muerte lenta. Esto se entiende generalmente en el sentido de la extenuación física, pero hay que entenderlo en otra forma: el trabajo no se opone como una especie de muerte, a la “realización de la vida” (esa es la visión idealista) el trabajo se opone como una muerte lenta, a la muerte violenta. […] el trabajo se opone, como muerte diferida, a la muerte inmediata del sacrificio” (Baudrillard 52)
El trabajo se opone según Baudrillard a la muerte violenta, es la muerte lenta, la que se resigna a perpetuarse lentamente, siendo aceptada por su carácter cotidiano. Fray Bartolomé descubre que toda su muerte cotidiana es falsa y es la muerte violenta la que lo llevará a encontrar una salida. Evidentemente la atmósfera que rodea el final del cuento refiere directamente con concepciones de vida y concepciones de muerte que varían de persona en persona y que, sin discusiones de ningún tipo, sea cual sea tomada la acción, siempre nos llegará tarde o temprano.